lunes, 21 de junio de 2010

DESDE EL MUNDO DE LAS SOMBRAS

Durante mucho tiempo ese hombre tenía azotada la región. Tomaba a sus víctimas, las torturaba, las violaba,  y luego,  ante el placer por la sangre y  el contacto con los cuerpos fríos e inertes,  las mataba.

Fue en el mismo lugar donde siempre me gustaba observar el crepúsculo. Este acontecimiento hizo que tuviera la certeza de que vive en mi otra persona que me produce horror, lo que me tendrá inmersa en un perpetuo espanto.

 Comenzaba la noche, cansada y perturbada, me senté debajo de un árbol de tupido follaje. Un rayo de luz alumbró débilmente mi cuerpo trémulo. Mis manos estaban impregnadas de una sustancia rojiza que no salía de mis venas.

 En mi mente llegaban voces altisonantes, eran terribles y espantosas. Me repetían una y otra vez que tomara de nuevo el cuchillo y desgarrara los testículos del hombre que yacía frente a mí. Me levanté asustada, y con una terrible agitación pellizqué mis brazos una y otra vez como para despertar de una pesadilla que me robaba el aliento y paralizaba mi circulación.

 En medio de la densa niebla que envolvía la noche comencé a correr hasta el borde del barranco. Me ahogaba y oprimía la pesadez de la atmosfera, mi pecho bramaba y mis ojos centellantes de ira no dejaban de observar el escenario de mi violación.

Me había dado cuenta de mi aprensión asesina, me asombraba y horrorizaba ese instinto abominable que llegó a mí de manera sorpresiva, pero al mismo tiempo, me sentía una heroína, ese hombre ya no podría violar a ninguna otra mujer. Corrì de nuevo hacia él y le arranqué los testículos con el cuchillo que en pleno acto sexual logré arrebatar de sus manos.

 Me acerqué a un riachuelo que corría cerca de allí, y despojándome de la poca ropa que llevaba puesta, me sumergí en el torrente de agua helada. Sentí que recobraba de nuevo mi propio ser, comencé a sentir miedo, quise gritar pero el intento fue en vano, mis dientes castañeteaban, no podía dejar de pensar en el cadáver sin testículos. De nuevo era yo, la mujer débil y sumisa, incapaz de aquella acción delictiva. Y allí, me quedé esperando el resto de la noche a que mi víctima se comunicara conmigo desde el mundo de las sombras.

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