lunes, 14 de junio de 2010

MANOA

A dos años de la muerte de Eugenio Montejo, poeta y ensayista venezolano.

     Cualquier poesìa de Eugenio Montejo brilla por excelencia. Por eso, la difícil labor de hacer una selección. Hoy, no podía dejar de poner en mi blog un canto a Manoa.

     Manoa es la capital mítica de "El Dorado" que tanto buscaron los conquistadores en nuestra tierra. Sir Walter Raleight dejó una colección de apuntes de su búsqueda que han sido traducidos al español como "Las doradas colinas de Manoa". Se decía que era una ciudad llena de oro, donde se creìa que los Incas habìan escondido el Tesoro de Atahualpa. Hipotéticamente estaba situada cerca del lago Parima. Habìa un cacique tan rico que todos los días revestía su cuerpo con el polvo de este metal  y después se bañaba en un lago para quitárselo. Una ciudad lo suficientemente tentadora como para seducir la imaginación de los europeos que por primera vez venían a América.

     Para Eugenio,  Manoa es la otra luz del horizonte. Quien sueña puede divisarla, va en camino; pero quien ama ya llegó, ya vive en ella.



MANOA

No vi a Manoa, no hallé sus torres en el aire,
ningún indicio de sus piedras.
Seguí el cortejo de sombras ilusorias
que dibujan sus mapas.

Crucé el río de los tigres
y el hervor del silencio en los pantanos.
Nada vi parecido a Manoa
ni a su leyenda.

Anduve absorto detrás del arco iris
que se curva hacia el sur y no se alcanza.
Manoa no estaba allí, quedaba a leguas de esos mundos,
-siempre más lejos.

Ya fatigado de buscarla me detengo,
¿qué me importa el hallazgo de sus torres?
Manoa no fue cantada como Troya
ni cayó en sitio
ni grabó sus paredes con hexámetros.

Manoa no es un lugar
sino un sentimiento.
A veces en un rostro, un paisaje, una calle
su sol de pronto resplandece.

Toda mujer que amamos se vuelve Manoa
sin darnos cuenta.
Manoa es la otra luz del horizonte,
quien sueña puede divisarla, va en camino,
pero quien ama ya llegó, ya vive en ella.

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